SAN FRANCISCO.-
Poco mas se puede decir de unas unidades tan ampliamente conocidas como los tranvías por cable de la ciudad de San Francisco, ruidosos, incómodos, hermosos y por supuesto completamente operativos como servicio público diario.
Son unas unidades con caja de madera que no disponen de motorización alguna, y que montan unas pinzas-abrazaderas que se accionan desde la posición central de control con un maquinista siempre de pie. Estas abrazaderas pinzan un cable de acero subterráneo a través de una ranura central en el asfalto, y que imprime arrastre a la caja del tranvía.
A tranvía parado se pueden escuchar los motores eléctricos subterráneos y el movimiento continuo del cable y de las poleas bajo el asfalto. Las cuestas son realmente de impresión, aunque disponen de unos excelentes frenos para detener y trabar una unidad que siempre va atestada de pasajeros, muchos colgando de los estribos como uvas.
Al pasar de calle a calle, el tranvía abandona un cable para, por inercia agarrar el siguiente que le sigue dando impulso, proceso que se repite unas 4 ó 5 veces según la línea, y así hasta su destino. El regreso es por gravedad aunque también acompañado por otro cable.
Los finales de trayecto son siempre sobre una rotonda empotrada para darles la vuelta a las unidades y encararlas para el viaje en sentido contrario, y todo a mano, como debe ser.
Hay varias líneas por cable aunque también los hay eléctricos para las zonas mas planas así como una interesante y extensa red de trolebuses.